Marx, socialismo, comunismo

Uno de los intelectuales más potentes de la Historia, economista, filósofo, sociólogo, periodista y político comunista, entre otras andanzas, fue el alemán Karl Heinrich Marx, reconocido como uno de los pensadores más influyentes y controvertidos de la historia de los sapiens. A él le debemos el socialismo científico, el comunismo moderno, el marxismo y el materialismo histórico, sin duda un auténtico monstruo de la ciencia social moderna.

Nació en una familia judía de clase media acomoda en la ciudad Tréveris. Lo mandaron a la Universidad de Bonn y después a la de Humboldt, en Berlín, donde pronto se familiarizó con las ideas filosóficas de Hegel de quién adoptó su método dialéctico con el fin de criticar a la sociedad, a la política y a la religión establecida a la que llamaba el “opio del pueblo”. Tras siete años comprometido, se casó con Jenny von Westphalen, en 1843 con la que tuvo siete hijos y vivió una vida más de pobre que modesta trasladándose a París ese año. La irregularidad de los ingresos, la persecución política que le clausuraba las revistas que publicaba y las continuas mudanzas y exilios a los que se veía obligado fueron las causas de agobiante penuria económica a la que no ayudaba nada su numerosa familia.

La salud tampoco le acompaño, sus problemas hepáticos y biliares que se iniciaron en 1849, se agravaron con su ajetreada vida, mucho trabajo nocturno, mala alimentación y peores hábitos entre los que destacaba su pasión por los platos muy condimentados, el vino y el tabaco que fumaba como un cosaco. Dolores de cabeza casi constantes, inflamación de los ojos, dolores reumáticos, forúnculos que le obligaban a trabajar de pie y un grave trastorno nervioso posterior que le provocó insomnio prolongado que Marx combatió con narcóticos. No te extrañara que tuviese fama de carácter difícil, implacable discutidor, de mordaz sátira y expresiones a menudo groseras y crueles.

Acabando sus estudios se enredó con lo de escribir, en un diario radical, la Gaceta Renana, aunque con su mudanza a París encontró otras publicaciones radicales donde colaborar, como los Anales Franco-Alemanes o Adelante!, que no le impidieron empezar a publicar una serie de libros, algunos junto a Engels con quién acabaría escribiendo el “Manifiesto del Partido Comunista”, una de sus obras más influyentes junto a “El Capital” cuyos tomos II y III serían publicados tras su muerte.

Con esa pluma tan afilada no le quedó otra que exiliarse a Bruselas, en 1845, donde acabaría de convertirse en figura relevante de la Liga de los Comunistas. Luego regresó a Colonia y fundó su propio periódico, la Nueva Gaceta Renana, para tener que volver a exiliarse, en 1849, esta vez a Londres, prácticamente en la miseria que apenas le daba para mantener a su familia. Pero inasequible al desaliento, continuaba escribiendo y formulando teorías sobre la naturaleza de la sociedad y cómo podría mejorarse compaginando la teoría con un práctico activismo que lo llevó a ser figura destacada de la Primera Internacional.

El marxismo, las teorías de Marx sobre la sociedad, la economía y la política, postulan que todas las sociedades avanzan a través de la dialéctica de la lucha de clases, con un enfoque materialista y una afilada y contundente crítica al capitalismo, la doctrina socioeconómica dominante tras cuajar el ideario de Adam Smith en aquella Europa. Según Marx, las clases sociales adineradas, dueñas de los medios de producción para su propio beneficio, acabarían tensionando al proletariado, las clases más pobres, hasta provocar la caída del sistema capitalista que sería sustituido por un sistema socialista regido por la clase obrera, lo que él llamaba “la dictadura del proletariado”

 El inevitable «socialismo» o «Estado socialista» sería, a su vez, reemplazado por una sociedad sin Estado y sin clases llamada Comunismo. Marx se involucró activamente en la implementación del socialismo, alentando la revolución organizada como medio para derrocar al capitalismo y lograr un cambio socioeconómico. Poco después de su muerte, sus ideas, el marxismo, empezaron a ejercer una gran influencia en los movimientos socialistas emergentes. Lenin fue el primer teórico-práctico en aplicarlos, logrando que los gobiernos revolucionarios socialistas tomaran el poder en unos cuantos países, tras la revolución rusa de 1917 que condujo a la Unión Soviética en 1922 o la República Popular China en 1949, con Mao como líder de la movida en el gigante país chino.

En 1917 una serie de levantamientos acabaron con el déspota imperio del zar Nicolás II y, tras derrocar al gobierno provisional que le sucedió, los bolcheviques, encabezados por Lenin, se alzaron al poder para instaurar la primera dictadura del proletariado. Transformando radicalmente el sistema político y económico del país para imponer el primer sistema comunista de la historia, el cambio que tendría una influencia tremenda en el resto del mundo basándose en la aplicación de las ideas de Marx.

El sistema político comunista, tras la segunda Guerra Mundial, alcanzaría, además de a la Unión Soviética y la Europa oriental, a varios países en tres continentes, China, Vietnam, Corea, Laos, Cuba, Mozambique, Angola…conformándose como el contrapunto al sistema capitalista occidental y dividiendo al mundo en dos bloques para iniciar una etapa de escalada armamentística sin precedentes conocida como guerra fría con una amenaza nuclear que acumulaba capacidad para destruir el mundo varias veces.

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